Uno de los medallistas de nuestro distrito en los Juegos Bonaerenses 2023 relató su historia de superación tras conocer a los 7 años que tenía solo un 10% de su médula sana. Hoy, es bicampeón mundial en natación para trasplantados y sueña con vivir del deporte.
Cuando los padres de Mateo Cócaro fueron informados de que su hijo sólo tenía un 10% de su médula sana, con apenas 7 años, quedaron atónitos. A pesar del pronóstico alentador por parte de los médicos, la noticia fue un baldazo de agua fría. La prioridad pasó a ser la salud de su hijo, el inminente trasplante y una lenta recuperación que requeriría de una enorme cuota de paciencia por parte de todos en la familia.
Hoy, con 19 años, Mateo ya es bicampeón mundial en natación para trasplantados, además de haberse colgado la medalla de plata en la última edición de los Juegos Bonaerenses representando a Ezeiza. Sus éxitos cosechados en Inglaterra y pocos meses atrás en Australia van de la mano de un enorme potencial que lo catapulta como uno de los deportistas con mejor proyección en su disciplina, aunque claro está, ya dejó de ser una simple promesa.
Un camino espinoso y repleto de obstáculos
Los laureles que hoy luce este joven con orgullo son el resultado en un enorme sacrificio que esconde una etapa difícil en su niñez. En diálogo con Ezeiza Hoy, Mateo contó cuáles fueron las primeras señales que encendieron las alarmas respecto a su salud.
“A los 7 años me empezaron a encontrar moretones en el cuerpo y la garganta colorada. Decidieron llevarme al hospital pensando que podía tratarse de una angina, que de hecho había sido el primer diagnóstico de un médico que me había revisado en mi casa, y tras realizarme unos exámenes de sangre notaron que casi no tenía plaquetas y mis glóbulos rojos estaban muy bajos. Al instante les dijeron a mis padres que necesitaba un trasplante de médula”, relató.
Al día de hoy no existen precisiones sobre cuál fue la causa que originó aquel desequilibrio en su cuerpo. Lejos de ser el problema principal a resolver, comenzó su tratamiento en el Hospital Garrahan con apenas un 10% de su médula en funcionamiento. “Yo no sabía ni lo que estaba pasando, era muy chico”, agregó.
El primer paso fue comenzar con la quimioterapia para limpiar su cuerpo, con análisis de sangre que se repetían en forma diaria. Por fortuna, el proceso se extendió solamente por tres meses porque el donante fue su propio hermano. Las precisiones sobre aquella etapa las recuerda su padre, Mauricio: “Fue algo muy fuerte de vivir. En un estudio le salió que tenía 0 de glóbulos blancos, ya no tenía médula, de manera que si entraba un bichito a su organismo se moría”.
Durante dos meses, Mateo estuvo encerrado y sin poder recibir visitas hasta que su sistema inmune se fortaleciera de nuevo. “Él siempre fue positivo y nunca estaba caído. Yo lo iba a cuidar, le preguntaba cómo se sentía y me decía ´10 puntos´, aunque estaba hecho pelota. Lo importante es que los médicos nos habían transmitido mucha seguridad de que todo iba a salir bien, y eso nos hacía estar tranquilos junto a su madre”, aseguró con orgullo su papá.
Del fútbol a la natación
Un año y medio después del trasplante, Cócaro comenzó a realizar fútbol en el club Argentinos de Mataderos. Sin embargo, luego se inclinó por la natación, uno de los deportes por los que podía optar en su colegio. Hacia el año 2016, le propusieron competir en Mendoza en las olimpíadas en la que participaban chicos trasplantados y que habían estado en proceso de rehabilitación dentro del Garrahan.
“Lo que solían hacer era agarrar a los chicos con mejores tiempos en natación, y cómo yo tuve una buena actuación pude ir a competir al Mundial de Trasplantados que se hizo en el 2019 en Inglaterra”, contó Mateo, quien obtuvo medalla de oro en 50, 100 y 200 metros libres en la categoría de 14 a 17 años.
En abril de este año (la edición del 2021 no se llevó a cabo por la pandemia), el joven que reside en Lugano pero pasa los fines de semana en Canning volvió a tener una actuación sobresaliente en Australia y consiguió ser campeón mundial nuevamente en 50, 100 y 200 metros libres.
“Fue una experiencia hermosa en un país completamente diferente. Los australianos son bastante cerrados y tienen horarios muy diferente a los nuestros; por ejemplo, se levantan a las 6 de la mañana y a las 17 ya cierran el restaurante, comen a las 18 como muy tarde y se acuestan muy temprano. Más allá de estos detalles fue un viaje increíble”, expresó.
En las finales de la edición 32 de los Juegos Bonaerenses disputados recientemente en Mar del Plata, Cócaro obtuvo una medalla de plata que por muy poco no fue dorada. “Si bien en la semana no estoy tanto en Ezeiza es un distrito que está muy bien cuidado, le ponen mucho empeño a todo para que sea una zona segura y agradable para vivir”, afirmó.
A futuro, el joven de 17 años sueña con vivir del deporte: “No es fácil en Argentina poder vivir de un deporte amateur, pero ese es mi gran deseo. Igual pienso ir a la universidad y combinar las dos cosas todo lo que pueda”, finalizó.