Nacido hace 84 años en Avellino, Italia, Esteban Teta cuenta con un espíritu incasable y es el fundador, allá por 1969, de la legendaria Bicicletería Patricia. Este negocio familiar supo atravesar crisis económicas y personales, pero sigue en pie gracias a la cultura del trabajo de la que no sólo es poseedor Esteban, sino también su familia compuesta por su esposa Pina y sus cinco hijos, todos ellos criados entre gomines, ruedas y piñones.
Patricia, Karina, Myrna, Carolina y Esteban (como su padre) son los herederos de una pasión que va sobre dos ruedas. Fue en el mítico taller ubicado sobre la calle Sargento Cabral al 16,enTristán Suárez, donde cada uno de ellos aprendieron a armar ruedas, leer, escribir y las tablas de multiplicar. Es por ello que esté sitio sagrado no solo ha sido el sustento económico de la familia, sino también la fuente de los recuerdos más preciados de los Teta.
Crónica de una historia de superación
Esteban padre, con solo 14 años y después de más de 20 días en altamar, llegó al puerto de Buenos Aires con una valija en su mano y luego de hacer todos los trámites correspondientes tomó el tren rumbo a La Unión Ferroviaria.
"Era un día frío y húmedo de octubre, hacía una semana que no paraba de llover”, recordó en diálogo con Ezeiza Hoy. El mismo día de su arribo, fiel a su alma inquieta, comenzó a trabajar en la quinta de su tío: “Plantaba batatas con los dedos, mi idea era trabajar en una fábrica o en el ferrocarril pero no me daba la edad, entonces empecé en la quinta. Todos los días me levantaba a las 4 de la mañana para sembrar o cosechar, según la época”, amplió.
Tiempo después, casi llegando a la mayoría de edad, un Esteban que por aquel entonces era ya “un apasionado de los fierros” probó suerte en la fábrica de Gilera. Sin entrevista previa como se acostumbra en la actualidad, el joven italiano se presentó en la industria de las motos y ese mismo día fue contratado. Como sentía pena por dejar el trabajo de la quinta que tan amablemente su tío le había brindado, decidió hacerlo en simultáneo: “Vivía trabajando y así seguí toda mi vida”.
Así, antes de fundar la bicicletería, Esteban trabajó para Gilera y también de guardabarreras del ferrocarril. Todos los días, cuando partía a realizar su oficio, pasaba por el taller de Cayuela, otro bicicletero ezeizense actualmente retirado y con residencia en el viejo continente. Aquel hombre sería luego su gran mentor y encargado de enseñarle el oficio de reparar bicicletas.
Al momento de la redacción de esta nota, Cayuela se encontraba casualmente de visita por estos pagos. Con voz calma y una sonrisa, aseguró: “Si el día tuviese 30 horas Esteban trabajaría 25”.
Esteban se quedaría finalmente con el trabajo en la barrera de tren y en la bicicletería de su maestro: “Si no podía ir porque trabajaba de noche me llevaba las ruedas y las armaba allá”, recordó. Cuatro años después, completamente instruido en el oficio, decidió abrir su primer taller en el barrio El Tala.
Fue Cayuela quien le regalaría en aquella época en la que Ezeiza estaba repleta de calles de tierra su primer banco bicicleteroque, pese al uso diario y al paso de los años, aún está en funcionamiento.
El banco, en efecto, es una herramienta muy sencilla pero esencial para cualquier bicicletería;consta de tres maderas en donde el trabajador se sienta con las piernas abiertas y coloca la rueda a reparar. Esteban sigue sentándose de vez en cuando en él para no perder la costumbre, pese a estar jubilado.Hoy es su hijo menor quien continúa firme con la tradición familiar, aunqueel sigue colaborando.
El negocio tuvo sus idas y vueltas, robos, aumentos de alquileres, estafas y miles de anécdotas que durante estos 54 años no solo hicieron de Bicicletería Patricia una marca registrada para los vecinos de Ezeiza, sino que también forjaron una historia familiar marcada a fuego por el trabajo, la perseverancia y las ganas de seguir creciendo.