
A Daniela Romero le hicieron un trasplante de corazón con apenas 3 años, una operación que salvó su vida y le permitió llevar adelante una vida normal. A sus 19, ganó una medalla de plata en los Juegos Bonaerenses en natación. Una historia cargada de sacrificios y amor propio.
Los Juegos Bonaerenses son la competencia deportiva más importante de la provincia no solo por la enorme variedad de disciplinas que reúne en pocos días, con sus mejores exponentes, sino también por la inagotable fuente de historias de vida que ofrece, muchas de ellas plagadas de dificultades y sacrificios.
Vaya si la de Daniela Romero no es una de esas que mueven el avispero. Esa chica que luce con una medalla de plata tras haber nadado 50 metros tuvo que atravesar un trasplante de corazón con apenas 3 años, época en la que su vida corrió riesgo a causa de una miocardiopatía dilatada.
Las primeras señales comenzaron cuando tenía 2 años y tres meses: taquicardia y un cansancio poco habitual llamaron la atención de sus padres. El primer diagnóstico arrojó cierto indicio de neumonía, aunque la persistencia de los síntomas hizo que sea necesaria otra consulta, esta vez, en el Hospital Garrahan.
“Me realizaron un electrocardiograma y ya ahí no le quisieron decir nada a mi mamá, dijeron que lo mejor era esperar a que llegara la cardióloga. Cuando eso sucedió, le contó que tenía algo gravísimo, porque mi corazón estaba agrandado para la edad que tenía en aquel momento”, relató la joven que hoy tiene 19 años.
Una de las cosas que más llamaba la atención de los especialistas era cómo, en función de lo que habían arrojado los estudios, Daniela podía mantenerse de pie y hablar con todos. “Lo lógico en mi situación era que estuviese en terapia intensiva”, explicó.
A partir de allí comenzó un tratamiento con medicamentos en su propia casa, pero llegó un día en el que ya no pudo tolerar siquiera el agua. Sus padres decidieron trasladarla a la Fundación Favaloro, centro de referencia a nivel mundial, donde se decidió su internación. Ante la consulta de sus padres sobre si un trasplante era algo viable, la respuesta fue afirmativa.
Mientas los papeles eran iniciados, Daniela ingresó en terapia intensiva y estuvo 35 días en coma farmacológico a la espera de un órgano que pudiese cambiar su calidad de vida. En poco más de un mes, algo poco frecuente en estos casos, llegó un corazón desde la ciudad de Azul.
“Al día siguiente de esa gran noticia me iban a conectar a un corazón artificial, cuya ventaja es que te mantiene con vida, pero por el otro lado te impide salir del hospital. Vos estás despierto, pero si no te llega el órgano te quedas a vivir ahí eternamente y eso no está bueno”, detalló.
Afortunadamente, luego de una operación que se extendió por más de seis horas, los resultados fueron los esperados: el corazón resultó compatible, y a partir de allí, comenzó una nueva vida para aquella niña de apenas 3 años. “Volví a nacer. Tuve que aprender casi todo de cero, a caminar, a hablar, porque al estar en coma tantos días el cuerpo estaba debilitado”.
Natación como estilo de vida
Daniela comenzó a hacer natación poco tiempo después de la operación no solo por el simple hecho de practicar una actividad física, sino también para profundizar el vínculo con sus compañeros de jardín. Hasta tercer año de la secundaria, hizo sus estudios en el Colegio Esteban Echeverría de Capital Federal, donde pasaba sus semanas; los sábados y domingos, era el momento de relajarse junto a su familia en la casa de Ezeiza.
Si bien puede hacer una vida completamente normal, la llegada de la pandemia la obligó a extremar recaudos, y allí la familia decidió instalarse durante la parte más álgida en el distrito. Su pasión por la natación la llevó a averiguar en la Secretaría de Educación y Deportes por los Juegos Bonaerenses, que en esta edición tuvo la categoría trasplantados por primera vez en 31 años.
“Cuando me anoté me dijeron que hasta el momento solo éramos dos los trasplantados inscriptos en el distrito, y en disciplinas distintas. Como no se presentó nadie en la etapa regional, clasifiqué directo a Mar del Plata. Fue una gran alegría, aunque me quedó nomás la espinita de saber cómo es esa fase, ojalá el año próximo haya deba pasar por esa eliminatoria”, relató.
En la ciudad feliz, Daniela obtuvo la medalla de plata en categoría libre para mayores de 18 años. Quien disfruta nadando principalmente en estilo croll afrontó su primera vez en la competencia más importante del deporte bonaerense con los nervios lógicos, aunque supo estar a la altura de las circunstancias.
“Para mí fue una experiencia increíble. Me gustaría que sean más los trasplantados que se animen, porque yo estoy acostumbrada a competir a nivel individual con muchos más rivales. El convivir con gente `normal’, en el buen sentido, con quien no tenés quizás una historia fuerte en común para contar, fue algo maravilloso también”.
No hay tiempo para el conformismo. El sueño de regresar está más vivo que nunca, pero esta vez, con un nuevo sueño: “La medalla de plata fue el broche de oro perfecto a mucho esfuerzo, pero precisamente ese oro es el que voy a intentar conseguir en 2023”.























