
El Comandante Mayor del Cuartel de Bomberos de Ezeiza, quien cumplió hace poco 35 años de servicio, contó detalles exclusivos que hacen a su trabajo, la enorme carga psicológica que conlleva y la exhaustiva capacitación que requiere.
De la tranquilidad al caos. De ocupar una silla a calzarse el uniforme y salir hacia una emergencia. Los psicólogos coinciden en que el trabajo del bombero es uno de los más estresantes que puede existir, con una carga emocional elevadísima. Saben que van, pero que también pueden no regresar, a pesar de su profesionalismo.
El Cuartel de Bomberos Voluntarios de Ezeiza, hoy con sede en la calle Chaco, tuvo su primera base allá por 1980 cerca de la Ruta 205, y hacia 1982 pasó a estar emplazado sobre Balcarce, aún bajo la órbita de Esteban Echeverría. La separación distrital y el crecimiento poblacional que comenzó a apreciarse obligó en el 2000 a mudar las instalaciones a su actual ubicación, para así contar con mayor espacio destinado al equipamiento.
Su Comandante Mayor, Hernán Banchero, cumplió en junio 35 años de servicio. Una vida entera dedicada al servicio, a proteger a los demás, a salvar vidas. Pero para él, todas esas categorías no lo mueven de su eje. “Es lo que me tocó el alma en la vida, solo dios lo sabe. Cuando me preguntan por qué soy bombero no tengo una respuesta concreta, siento que alguien lo tiene que hacer y acá estoy, al igual que mis compañeros. Una vez que arrancás se transforma en una obligación, algunos se adaptan y otros no”.
En diálogo con Ezeiza Hoy, el hombre de 53 años recordó las épocas en las que el cuartel estaba emplazado sobre Balcarce, cuando las calles eran de tierra y los servicios apenas existían.
“En los días de lluvias se nos complicaba para llegar a las intervenciones, cuando había un accidente también era difícil porque las ambulancias generalmente venían de Monte Grande, de manera que, si bien son recuerdos hermosos porque marcaron el inicio de mi carrera, también fueron momentos de mucho sacrificio. Aun así, como esto se lleva en el alma, uno lo hacía con todas las ganas del mundo.”
Esa experiencia adquirida en cientos de intervenciones posicionó a Banchero hace 15 años ya como jefe del cuartel, cargo que combinó con otros trabajos en la industria o como comerciante. Al ser voluntario, se debe establecer una balanza entre lo familiar, laboral y el servicio. Sobre ese aspecto, trazó un paralelismo entre los bomberos y una de las personalidades más importantes que tuvo la historia argentina.
“A veces la palabra voluntario, para el que no sabe, le quita peso a la tarea que realizamos. René Favaloro, el mejor médico que tuvo el país, hacía cirugías gratis y no por eso dejaba de ser el mejor médico de la Argentina. Con los bomberos pasa lo mismo, nos preparamos y capacitamos todas las semanas con el mayor profesionalismo”. En esa línea, aclaró que forman parte del servicio de seguridad de la provincia de Buenos Aires, con la salvedad de tratarse de una tarea voluntaria.
Actualmente, el cuartel de Ezeiza cuenta con nueve autobombas, tres camionetas, una sala de estudio, salón de usos múltiples y un zoom. Más del 90% de su financiamiento depende de la tasa municipal, y el resto se solventa con rifas y aportes de la comunidad.
En ese orden, Banchero ponderó el acompañamiento permanente por parte de las autoridades locales: “Cada vez que la institución necesita algo sabe que cuenta con el apoyo del Intendente, tanto de Alejandro por más de 25 años como ahora de Gastón, siempre están pendientes junto a la gente de Desarrollo Social o los delegados municipales; todo eso lleva a que el trabajo sea bueno”.
Carga psicológica
Pensar que el miedo y la angustia no forman parte de la vida cotidiana de los bomberos es irreal. Como todos los seres humanos, están atravesados por sentimientos y emociones. Cuando la sirena suena y llega el momento de ponerse el uniforme, mil de cosas pasan por sus cabezas.
“Nos preparamos no solo para cumplir una función, sino también para salvaguardar nuestra integridad física. Si un bombero viene con sangre o cortado es porque no se protegió como debía, todo está pensado, aunque hay accidentes que son inevitables, pero por supuesto que sentimos temor, y mucho”.
Incluso, señaló que muchas veces son vistos “como extraterrestres, que arriesgan su vida a cambio de nada”. En relación a ello, aclaró que son seres humanos que eligieron una carrera por vocación, gratis, pero con todas las obligaciones que eso conlleva. “Cuando todos huyen de un lugar, nosotros entramos”, agregó.
Sin embargo, uno de los mayores desafíos es trabajar con el personal sobre lo que ocurre luego de las intervenciones, en especial cuando se viven momentos de dolor. “Muchas veces nos afecta psicológicamente lo que ocurre. Desgraciadamente nosotros vamos cuando alguien no la está pasando bien, y según la gravedad del caso, desde el momento en que nos vamos tras prestar un servicio queda atrás una historia de tristeza, angustia y dolor”.
“Eso a veces te golpea, más cuando se es padre. Cuando los involucrados son menores te pega más, a pesar de que toda pérdida es dolorosa”, amplió.
Para Banchero, cumplir con su labor es una obligación y no requiere de una distinción especial. Sin embargo, valoró el apoyo de la comunidad: “El reconocimiento social está. No todos tienen la obligación de saber cómo nos manejamos, si somos voluntarios o no, pero en general el sistema bomberil en Ezeiza es reconocido. La población debe quedarse tranquila porque cuenta con un cuerpo de bomberos que está a la altura de cualquier circunstancia que pueda presentarse”, finalizó.























