¿Cuánto nos ha acercado o alejado del sexo real el uso de la tecnología? ¿Se puede considerar al cybersexo como una práctica buena? ¿Cuándo se transforma en una adicción? El análisis de un especialista para hallar respuestas a múltiples preguntas.
Por Augusto Barbosa, Psicólogo Sexólogo Clínico (MN 46204), MP (72874)
Como ya es sabido, el avance de la virtualidad en las últimas décadas ha sido frenético y forma parte de nuestra cotidianidad. Tanto es así que los dispositivos tecnológicos, como por ejemplo un celular, han reemplazado otras formas de relacionarnos y comunicarnos, estando presente en muchas esferas de la vida.
Pero veamos ahora como puede impactar el uso de las tecnologías en la sexualidad.
Un recurso tecnológico es una herramienta que puede utilizarse en forma correcta o en forma incorrecta, de manera que su incorporación en la sexualidad puede tener tanto un impacto positivo como uno negativo.
El cybersexo, es decir, cualquier práctica sexual que incorpore algún medio tecnológico, no tiene en sí algo de bueno o de malo. Por lo tanto, la principal diferenciación que tendríamos que hacer es pensar cuál es la finalidad de dicha práctica; si se utiliza a la tecnología como elemento de placer podrá tener un impacto positivo, aunque si se la utiliza como una necesidad, el efecto será negativo.
¿Cómo diferenciar si se usa como fuente de placer o si se volvió una necesidad?
La respuesta está en hacer un uso responsable de la tecnología, y cuando eso ocurre, podemos encontrar factores positivos: alguien puede conocer al amor de su vida por un encuentro a partir de una app de citas, poder tener relaciones a distancia por cualquier plataforma, explorar intimidad donde antes no era posible, tener una relación sexual a través de la virtualidad -más conocido como sexting- (informarse en sitios idóneos sobre ciertos aspectos vinculados al tema) y muchas otras cosas más.
Pero no todo es color de rosas y siempre hay límites. ¿Cuáles serían entonces los aspectos negativos del impacto de las tecnologías en la sexualidad humana? Posiblemente el uso excesivo y desmedido que conduce a una adicción al cybersexo y que ocasionan diferentes trastornos y perturbaciones.
Como ocurre con cualquier persona que padece una adicción, el sujeto solo se queda con el elemento adictivo y puede perder desde el trabajo hasta la socialización y el interés por otras cosas, de manera que su única fuente de placer es la respuesta compulsiva a una necesidad.
Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, describía la existencia de un aparato psíquico que se maneja con ciertas cantidades de energía y/o tensión a la cual llamo libido, que tiene como finalidad la descarga de tensión del aparato psíquico y con ella la búsqueda del placer.
También describió dos tendencias en el aparato psíquico; una llamada principio de realidad y el otro principio de placer.
El principio de realidad permite al organismo tolerar demoras o que se postergue la gratificación. Aquí se pone en marcha un proceso secundario que le permite al sujeto tomar distancia respecto de los impulsos sexuales y reencausar la energía hacia el pensamiento, el trabajo, el deporte o los juegos. Este mecanismo que Freud llamó sublimación no reprime las pulsiones sexuales, sino que reorienta la energía libidinal para la indispensable adaptación a la realidad.
El principio del placer en cambio es un proceso primario, en el sentido de que impulsa al organismo a la gratificación inmediata con vistas al cumplimiento de un deseo vinculado con lo inconsciente.
En la mayoría de las adicciones falla el proceso secundario y prima el principio de placer en donde se busca el placer como descarga inmediata de la tensión del aparato psíquico sin que haya tiempo a la espera o al pensamiento.
Y es justamente aquí donde la tecnología puede jugar un papel negativo en la sexualidad, cuando un individuo desde el anonimato y la facilidad de acceso a la pornografía a través de un solo clic busca una satisfacción inmediata, o mantener una relación sexual virtual o practicar la masturbación y quedar satisfecho únicamente con estas prácticas que con el hábito generan cada vez más dependencia y consumo.
Cuando el cybersexo se convierte no ya en una elección sino en una necesidad, se transforma en adicción, lo que puede conducir principalmente a sentimientos de culpa, vergüenza, falta de confianza, aislamiento y depresión, entre otros aspectos negativos. Llevar una vida sexual saludable fomenta y aumenta la autoestima.