Un bombardeo efectuado por fuerzas militares en la Plaza de Mayo a plena luz del día dejó más de 300 muertos, entre ellos un grupo de chicos que realizaba un recorrido escolar, en lo que fue la antesala del golpe militar que derrocó a Juan Domingo Perón.
El 16 de junio de 1955, aviones de la Marina y de la Fuerza Aérea, con la complicidad de sectores políticos y eclesiásticos, llevaron adelante el mayor atentado terrorista de la historia argentina mediante un bombardeo que dejó 308 muertos y más de 700 heridos. Dicha acción fue la semilla para el posterior golpe de estado de septiembre que culminó con la destitución de Juan Domingo Perón, en lo que se conoció como el inicio de la “revolución libertadora”.
Las acciones desplegadas por los militares tenían como fin asesinar a Perón, quien advertido de lo que sucedería se refugió en el edificio del Ministerio de Ejército. Durante el ataque, varios escuadrones de aviones pertenecientes a la Armada Argentina bombardearon y ametrallaron con munición aérea de 20 mm la Plaza de Mayo y la Casa Rosada, así como el edificio de la CGT (Confederación General del Trabajo) y la entonces residencia presidencial.
Entre las personas asesinadas fueron identificados 111 activistas sindicales de la CGT, de los cuales 23 eran mujeres.​ También se identificaron seis niños y niñas muertos, el menor de ellos de 3 años. ​La mayoría de los fallecidos eran argentinos, pero también hubo 12 italianos, 5 españoles, 4 alemanes y 6 muertos de nacionalidades boliviana, chilena, estadounidense, paraguaya, rusa y yugoslava.
En aquella jornada, los bombardeos alcanzaron a un ómnibus lleno de niños que visitaban la histórica plaza. La dantesca escena se tradujo en cuerpos mutilados, en tanto que las marcas de los disparos aún persisten en algunos de los edificios afectados como recordatorio de lo sucedido.
El ataque fue caracterizado por un alto grado de violencia y odio político-social, así como por la impunidad de los responsables decretada por la dictadura autodenominada Revolución Libertadora, que tomó el poder tres meses después y que, entre otras acciones, proscribió el peronismo y secuestró el cadáver de Eva Perón. A 66 años de una jornada negra, el recuerdo continúa más vigente que nunca.